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La isla de las muñequitas

Desde siempre se nos ha formulado la pregunta ¿qué te llevarías a una isla desierta?. Las respuestas… pues las de siempre: Pamela Anderson Un libro, una colección de covers de Ramoncín, un barco (quizá la más inteligente),… Pues parece ser que Julian Santana lo tenía claro.

Este mexicano había vivido durante 50 años en Lago Teshuilo, Xochimilco, un paraje cerca de Ciudad de México, calificado hoy como «el destino turístico más aterrador», con una colección de objetos un tanto extraña.Y es que Santana no vivía «solo». Se hizo acompañar de cientos de muñecas que colgaba en los árboles con la intención de que le protegieran de los malos espíritus.

Se dice que en los años veinte, tres niñas jugaban por la zona cuando una de ellas cayó al agua y se ahogó. La leyenda no se hizo esperar y muchos aseguraban que el espíritu de la muchacha deambulaba por el paraje cada noche. Nadie se atrevía a adentrase en la isla temerosos de lo que les pudiera ocurrir.

Apuntado por el dedo de todos sus vecinos por su vida de alcohólico, y tras separase de su mujer e hijos, Santana decidió que El Lago de Teshuilo, hasta entonces inhabitado, sería un lugar perfecto para su nueva vida.

Pero algo le haría cambiar de opinión, pues comenzó a colgar muñecas por todas partes. Parece ser que los fantasmas se comunicaban con él. Habían encontrado a alguien con quién hablar después de tantos años, pero no sólo querían hablar, también querían tener algo con lo que jugar…

En 1990 la zona fue declarada patrimonio a conservar y se llevó a cabo un programa para limpiar los canales. Pronto las barcas volvieron a pasar por delante de la isla.

Al principio la gente pensó que ahí vivía un loco con muñecas, intentado devolverlas a la vida, pero pronto comenzaron a ofrecer velas, dulces y, evidentemente, más muñecas, haciendo del lugar un sitio surrealista.

Al cabo de los años Jose Santana apareció muerto en su huerto flotante y, por supuesto, la leyenda siguió su curso: Las muñecas lo habían matado.

Hoy es un destino turístico más del país, del que se ha hecho cargo el sobrino de Santana, Anastasio Velázquez. Las muñecas permanecen colgadas de los árboles, mirando con ojos inexpresivos a los curiosos turistas que pasan en barco por el canal. Eso si todavía tienen ojos. Muchas de ellas sólo tienen tronco, otras están mutiladas, descoloridas por el sol y la lluvia, cosa que hace todavía más tétrico darse una vueltecita por la zona.

A pesar de su estado, se dice que las muñecas todavía se mueven por la noche y susurran a los viajeros, invitándoles a conocer su hogar. Unos dicen que es la niña, otros que es el espíritu de Julian Santana que todavía está ligado a la isla donde vivió las últimas cinco décadas. En cualquier caso, el paseo en barca de cuatro horas de duración alrededor de la isla es cada vez más popular y se está convirtiendo en una de las más extrañas atracciones turísticas que México ofrece hoy en día.

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