PORNO
¿Hemos captado tu atención?
Si has nacido entre 1970 y 1989 (más o menos dependiendo de tu depravación) te sentirás perfectamente identificado con este artículo en el que analizaremos al detalle la relación entre un homosexual medio y el fascinante mundo del porno. Pues, querido lector, no todo ha sido siempre tan fácil a la hora de aprender, observar o deleitarse con este género pictórico-cinematográfico-literario. Y la culpa la tiene Internet, por no haber existido hace décadas.
Primeros pasos: tocamientos inconfesables.
Cuando la pubertad llega y los picores afloran cualquier cosa es susceptible de ser almacenada en nuestro cerebro para posteriores tocamientos: compañeros de colegio, maestros, vecinos con muslos de acero o el hombre del tiempo. Pero conforme íbamos cogiendo práctica en el mundo del onanismo, nuestro cuerpo pedía estímulos visuales instantáneos con los que derramar nuestra semilla. Y en los 80, o primeros 90 no había Internet. ¿Qué usar como estímulo?
Los pobres pajilleros de esta época tuvimos que recurrir a inocentes fotografías impresas de catálogos tipo Venca, Pryca o Merkal en los que aparecían modelos con horribles bañadores o calzoncillos que causaban furor en esa época. Así mismo, para los más eruditos, la lectura de cualquier enciclopedia de la sexualidad suponía un subidón de temperatura que bien valía un homenaje a la bandera. Los había que hasta recortaban sus fotografías favoritas y las coleccionaban para organizar unas extrañas masturbaciones rodeados de estímulos en aras de un éxtasis sin igual.
Pero todo este material tenía una pega y es que… no era porno. Aunque bien es cierto que lo que faltaba de explícito lo ponía la imaginación, que en plena adolescencia se haya fuera de control.
También existía la revista Nuevo Vale que era lo más parecido al paraíso sensorial que podías encontrar en todos los kioskos de España, pero adquirirla con normalidad era imposible tratándose el consumidor de un chico, así que las argucias para hacerte con una de ellas eran de lo más desesperado.
Si todo esto no era suficiente, y partiendo de la base de las desesperación, siempre podías tocarte viendo Los vigilantes de la playa, Rompecorazones o La Teletienda y sus productos de musculación tipo Ab rocket u otras estafas.
Mas aún así, faltaba algo: penes erectos.
Entrando en el porno de verdad.
Entre Nuevo y Nuevo Vale muchos tuvieron la oportunidad de ver en los kioskos o papelerías más avanzadas de la ciudad una revista de hombres llamada Torso. Una revista con fotografías de desnudos masculinos íntegros, relatos erótico-festivos y varios de nuestros precoces sueños hechos realidad de la mano de una publicación que hoy en día resultaría de lo más inocente. El problema era reunir el valor necesario para presentarte en el kiosko y comprarla. Todos los nervios y todos los temblores solían terminar en nada pues el dependiente sabía perfectamente para qué estaban diseñadas estas revistas y las solían vender como quien vendía un ejemplar de Pronto.
Pero una vez superada la barrera de la pornografía gráfica los ardores de juventud pedían más y más y más: nuestro cuerpo pedía movimiento. Imágenes en movimiento.
La primera y siempre entrañable película de porno.
Si disponías de hermanos mayores y un vídeo doméstico, tenías cientos de posibilidades de convivir con una película porno sin saberlo. Las posibilidades se elevaban a la máxima potencia cuando además de estos dos elementos poseías Canal Plus que, cuando molaba, echaba películas pornográficas los viernes de madrugada.
El descubrimiento de la película porno de tus hermano mayor o padre es un antes y un después en tu vida. Al principio la visionas con culpabilidad procurando dejar el VHS en el punto exacto en el que lo encontraste, pero después dichas precauciones carecen de sentido y disfrutas del film a través de la conciencia colectiva familiar y poco te importa ya donde paras la reproducción o dónde te la encuentras.
Normalmente eran películas grabadas del ya mencionado Canal Plus con títulos tan sugerentes como interesantes: El Sexy Juego de la Oca, Planeta X, Inferno 69. ¡Visionadas hasta la extenuación!
Tras haber visto tu primera película cientos (de miles) de veces se empezaba a notar ciertos desgaste así que recurrías a tus camaradas para intercambiarlas o, en algún caso, grabarte una nueva del citado Canal Plus. A veces a cambio de simbólicas cantidades de dinero o favores de otro tipo.
En ese momento fatídico de visionado de la segunda película es cuando, sin querer, comienzas a labrarte un perfil de pornófilo tan personal como único en el mundo.
Cabe destacar ese momento de absoluto terror que suponía que la película cochina se quedara atascada en el VHS y que no hubiera manera de sacarla. ¿A quién no le ha pasado? Suponemos que los técnicos de VHS estarían más que acostumbrados a encontrarse este tipo de situaciones y asumirían el visionado de pornografía como algo normal.
Al margen, y para los menos afortunados, siempre quedaba ver la película del Plus codificada (cuenta la leyenda que si la veías a través de un peine se veía bien) o la ya mencionada Teletienda.
De películas gays ni hablar. Eso, de momento era una utopía. Aunque recordando las pantorrillas de Hakan Serbes o similares ningún mariquita de la época podría hacerle frente. Que supiéramos.
Televisión local: GRACIAS.
La llegada del porno a las televisiones locales supuso un soplo de aire fresco en nuestros puños y brazos. Al fin alguien emitía porno en abierto, para todos, y con ese regustillo que da la sensación de cercanía que proporcionaba tu televisión local. Eso sí, previo aviso durante hora y media de la peligrosidad de las imágenes que iban a ser emitidas y bla bla bla. Además intercalaban estas informaciones con divertidísimos anuncios de puticlubs de lo más memorable que hacían la espera un poco menos desgarrradora.
Dicha espera resultaba infructuosa si te tocaba una película porno de lesbianas o con Ron Jeremy como protagonista. En cuyo caso, una vez más, había que recurrir a la imaginación, a nuestro archivo de imágenes de hombres en calzoncillos, a la Torso o a la salvavidas Teletienda.
¡Siempre te maldeciré Ron Jeremy!
Otro método para obtener tu pornografía sin soportar la espera y así poder pasar a toda velocidad los polvos de lesbianas era programar el vídeo entre las 1:30 y las 4:30 de la madrugada (una cinta de 180 minutos) lo que tenía dos inconvenientes:
– Las luces verde y roja del vídeo que, a esas horas de la noche parecían poco menos que un aterrizaje extraterrestre.
– El sonido lastimero del vídeo en proceso grabación que, en el silencio de la madrugada se podía percibir a varios kilómetros de distancia.
Todo era poco para obtener tres horas de porno con anuncios, proto-chats y todo tipo de moscas de tu televisión local favorita. Y lo mejor: podías seleccionar tus escenas predilectas ya que la calidad de las películas emitidas era media/baja y nuestro paladar comenzaba a volverse exquisito.
6 de la tarde y conexión, abro el navegador y me lleno de ilusión.
Legó el monstruo. Internet.
Si disponías de una conexión a Internet todo tu arsenal de cintas VHS se convertía en mierda, como el gato de Polanski, porque Internet era nuevo… y en Internet podíamos ver… FOTOS.
Fotos que tardaban minutos en cargarse pero que nos ofrecían una variedad de temáticas infinitas, a diferencia de las ya por esa época denostadas películas de tu televisión local. Si te gustaban los osos…¡tenías fotos de osos! si te gustaban los cachas… ¡también! Así que las guardábamos en disquetes y gozábamos con su visionado durante horas.
Poco tiempo después se comenzó a imponer la descarga de vídeos cortos. De todas las temáticas, como las fotos, pero por fin en movimiento .Como podéis ver los acontecimientos comenzaban a acelerarse considerablemente.
Estos vídeos duraban en torno a quince segundos o un minuto, pero suponían un auténtico antes y después en el mundo del porno. Nuestros pre-globales cerebros eran incapaces de asimilar que podíamos adquirir cualquier tipo de pornografía, de no más de tres minutos, con un solo click, y casi instantáneamente. Pero pronto nos acostumbramos.
Los más ávidos de tocamientos se metían en fotos especializados en los que las mariquitas más viejas y resabidas compartían usuarios y claves de páginas web de pago en las que podías alucinar con vídeos de auténtica calidad y conocer a auténticos dioses en la tierra como Mattew Rush, Pavel Novotny o con menos intensidad, Caesar.
De la mano de estos grooms y conforme se aceleraban las velocidades de conexión y descarga, dejamos atrás los clips cortos para descargar películas completas, así, los nombres Bel Ami, Falcon o Cadinot nos comenzaron a resultar tan familiares como María, José o Juanito.
Lamentablemente estas películas tenían escenas que no eran del todo de nuestro agrado y el proceso de descarga y/o grabación en Cd resultaba engorroso, aburrido… y hasta desesperante (cuando saltaba el CD y había que reinicar el proceso tirando a la basura tan preciado disco)
Pero el monstruo Internet continuyó creciendo.
La era del Streaming
Con tan solo un click, sin descargas desesperantes, y con una facilidad tan fácil que hasta podemos llegar a sentirnos culpables, las páginas de porno en Streaming nos proporcionan una infinidad de contenidos para todos los gustos y en el acto. Es el porno, elevado a la enésima potencia.
Lamentablemente el poder alcanzar cualquier contenido ha hecho que busquemos exactamente lo que queremos ver en ese momento. O lo que es lo mismo, buscar un vídeo que nos convenza durante horas. Es decir, convertimos lo fácil en difícil. Y es que, si te apetece ver un vídeo de una transexual latino-balcánica atada a una mesa de carnicería siendo sodomizada por un robot con luces de tonalidades cálidas mientras unas siamesas observan la situación comiendo cochinillo segoviano, sabes que existe, y lo buscas. Y así durante horas. Es la gran trampa del porno en streaming, un monstruo al que alimentar e insaciable.
Destacan páginas como redtube, xtube, y todo lo que termine por tube y tenga una equis.
Pero si lo tuyo no es afrontar los problemas, sino ser parte de ellos… enhorabuena. Estás al día en el mundo de la pornografía.
Yo soy el porno.
Muchas personas deciden dar un patinazo paso adelante y convertirse ellas mismas en estrellados estrellas del porno. a mayor o menos escala y a mayor o menor nivel de obscenidad.
Así, es común tener un perfil en Xtube en el que subir tus insulsos vídeos masturbándote, o lo que es más hiriente, un Instagram en el que la pornografía clásica y la emocional se dan la mano en una espiral de vómito sin principio ni final.
Preguntar si eres más de Sutro o Nashville, es el nuevo «¿activo o pasivo?»
Sí amigos, Instagram es la nueva ola del porno. Una red social donde se insinúa más que se enseña y donde cada seguidor es considerado una pieza de caza. Lo mejor de la red es que sus numerosos filtros proporcionan la perfección y el disimulo que necesitas para atraer a todo tipo de audiencias pajilleras australianas de 60 años.
¿Y por qué un Instagram y no un Grindr? Muy sencillo, el Grindr está diseñado para la exhibición y los contactos físicos, y no puedes acumular seguidores. Sin embargo, hacer del Instagram un nuevo Grindr para un nuevo destape no sólo supone un morboso uso inadecuado de la aplicación sino que te hace elevar tu ego a nivel estratosférico, atesorando piropos, iconos y seguidores desconocidos, independientemente de su geolocalización. ¡Podrás ser deseado por 7200 millones de admiradores potenciales! ¿Existe mayor placer? ¿Quién necesita órganos internos si sus seguidores se cuentas por K’s?
A todo esto, sígueme tú: http://instagram.com/chochito_caldito
¿Cuál será el futuro del porno?
Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que el sexo se basa en la exaltación de los sentidos y que, desde los anales del a historia, el único sentido que se ha estimulado es la vista.
El futuro del porno pasa por :
– La estimulación del resto de los sentidos, injustamente olvidados por el corsé del avance tecnológico.
– El yomeloguisoyomelocomo como forma de vida en el porno. Porno geolocalizado, porno vecinal y porno como tarjeta de presentación.
– Porno virtual. Eliminación del contacto físico y creación de androides diseñados para el sexo.
– Eliminación voluntaria del instinto sexual por medio de medicamentos. Si no, ya se encargará la radiación y las WiFi de volvernos a todas yermas.
Y hasta aquí el pasado, el presente y el futuro del porno. Born to porn cariños.
¡Y piensa que si no te estás masturbando en estos momentos estás desperdiciando tu banda ancha!
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