Aún sigo en shock.
Y es que han tenido que pasar 5 días para que me haya atrevido a escribir algo sobre la reunión anual del club oficial de gordas fans del Festival de Eurovisión.
Lo experimentado allí es díficil de explicar: fue una mezcla de Todo por la pasta con Cortina de humo aderezado de una atmósfera almodovariana que a las travestis que tanto nos leen les hubiera vuelto literalmente locas. Gritos, amenazas, anónimos, vendettas, expulsiones, camisetas ajustadas, pantalones pitillo y mariquitas de peluche. Y aplausos, muchos aplausos.
Los micros corrían de boca en boca deseosos de terminar su trabajo y escandalizados por las acusaciones de robo, amiguismo o dictadura. Hubo lágrimas, enfermedades varias, censura y aplausos, muchos aplausos.
Se votó (lo que le gusta un voto a un eurofán) y se dejó de votar, para terminar prácticamente como empezamos.
Eso sí, recibimos a grandes artistas como D-Venus, Jonathan Cerrada, Anne Marie David y Daniel Diges con su corista (y cantante en la orquesta La Habana, próximo representante de España en Eurovisión, co-protagonista del musical Los Miserables y Sor sabe cuántas cosas más) David Velardo.
Eché el día y terminé en un garito de chueca, medaigual su nombre, bebiendo garrafón del bueno para olvidar, bailando éxitos eurovisivos proyectados en una pared. Y aplausos, muchos aplausos.
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