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Tres travestis por Navidad

Con la alegría que nos encoje el alma a 4 ó 5 días de Navidad, ayer nos dispusimos a celebrar nuestra ya tradicional Cena de Pascua. Tras varios britneys brindis por la paz mundial, proseguimos acordándonos de los desfavorecidos y de repente caímos en la cuenta de que nos había vuelto a pasar: nos habíamos dejado olvidado a nuestro becario Amarant en la oficina.

A toda prisa, pedimos el postre, y una vez colmados de los bienes de los que el Rey de la Gloria eterna nos hizo partícipes en esta mesa celestial, nos dirigimos a nuestra oficina temiéndonos que nuestro becario hubiese vuelto a mordisquear los cables, o peor aún; que se hubiese salido del espacio que tiene habilitado con unos higiénicos periódicos.

Al abrir la puerta, nos adentramos taciturnos en la oficina. Ni rastro de Amarant.

Al fondo del pasillo que da paso a la sala de Archivo, en un hueco muy tonto que siempre causa controversia entre nosotros ante la división de opiniones sobre si poner allí la impresora o una planta de interior, estaba nuestro becario, cobijado hecho un ovillo.

Como no podía ser de otra forma, decidimos que no podía pasar ni un minuto más sin decidir qué hacer con ese polémico hueco en el pasillo. Tras más de 40 minutos viendo opciones, ninguno de los renders nos convencía y caímos en la cuenta de que debatir cosas, en general, nos recordaba al anuncio de Movistar que simula el #15M, y eso nos asqueaba.

Por quitarnos el mal sabor de boca, volvimos a prestar atención a nuestro becario, desmayado en el suelo, y advertimos que tenía una nota escrita a mano con letra de niña, muy redondeada y como con los puntos de las «is» en forma de enormes círculos.

Queridos compañeros;

Sé que al escribir esta carta estoy desobedeciendo varias de vuestras instrucciones, como la de no usar el material de la oficina sin que alguien pueda vigilar que no me corto con los filos del papel, o no dirigirme a vosotros sin que haya un previo consentimiento explícito.

Espero que entendáis que es una situación extrema. Como tantas otras noches se os olvidó que estaba en el almacén, quedándome encerrado toda la noche.

A las pocas horas empecé a sentirme raro. Un halo de luz salía de la cocina y al acercarme, la ví. Con un aspecto místico y unos ojos que embriagaban; me dijo:

«Hola, soy La Manola, la travesti de las Navidades pasadas. El Dr. Berenjeno no pudo hacer nada para salvarme cuando llegué a su consulta con unas tetas que pasaba la mopa y aceite de aviones en el pandero.»

Después, una sensación de sosiego precedió a un dulce sueño.

Me desperté en el mismo suelo de la cocina. La Manola había desaparecido. De nuevo un haz de luz me deslumbró, y obnubilado, intenté identificar con pasmo la figura que poco a poco se iba formando. ¿La Barquiria? ¿La Tonicha? ¿Paca la Piraña? ¿La Rosi? ¿Sandra la Camellona? No. Era Lady Gaga.

«Soy la travesti de las Navidades presentes» – espetó.
«¿Y por qué vas vestida como la Lady Gaga de 2008?» – me atreví a preguntar.
«Porque la navidad es una época de hits, de no innovar lo más mínimo y hacer exáctamente lo mismo año tras año».

Enajenado, volví a sumirme en un dulce sueño.

Muy débil, me desperté y me dirigí al baño a refrescarme, pese a que me tenéis dicho que mejor baje al bar porque el baño de empleados es para empleados y el baño de clientes es para los clientes. Al levantar la mirada del grifo, la ví en el espejo.

«¿Eres la travesti de las navidades futuras?» – le pregunté.
«No, maricón. Soy tú, en el futuro. Dentro de 5 años descubrirás que no odiabas tu cuerpo porque estás gordo, sino porque te sentías mujer»- me explicó.
«Pero y cómo conseguiré el dinero de la operación, si aquí solo me pagan el bono transportes…»

«¿Operación? Jajaja. La peluca te valdrá 45‚Äö√ᬮ, que es lo que vale un bono de 10 viajes del metro en 2017»

Con escepticismo y miedo, cogí este papel ante la incertidumbre de cómo va a acabar esta mágica noche.

Amarant


 


Asombrados porque nuestro becario hubiese sido capaz de escribir más de tres frases seguidas, caímos en la cuenta de que algo raro estaba pasando; olía a gas. Efectivamente, había una fuga en la caldera.

Con esto, nuestro becario entendió el verdadero significado de la navidad de ser travesti, y nosotros comprendimos el verdadero significado de las revisiones obligatorias de gas natural.

Entre risas, decidimos dirigirnos de nuevo a brindar por lo maravilloso que es que la vida te sonría. Por el camino, uno de nosotros se acordó de llamar a una ambulancia para que atendiese a Amarant por la intoxicación de monóxido de carbono.


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