Desde hace años se viene hablando de la posibilidad de que el mundo termine en 2012, atendiendo al calendario maya.
Nosotros que somos muy pro-vida, por supuesto, no le dimos ninguna credibilidad y esperamos a que Paco Rabanne o algún otro vejestorio sabio anciano se pronunciase al respecto.
Hasta hoy. El Cajón Desastre ha encontrado un indicio irrefutable de que el 2013 jamás llegará.
Desde el principio, la noticia de que Isabel Pantoja podría dar las Campanadas de Nochevieja nos olió muy mal.
Comenzamos un proceso de investigación con todo tipo de guiños a típicas escenas cinematográficas, pegando por las paredes recortes de periódicos, mirando huellas dactilares con lupa como si supiésemos algo de dactiloscopia y quejándonos de que el café de la máquina sabe a rayos, (aunque nos encanta nuestra pequeña Nespresso, simplemente por imitar la actitud del típico detective americano)
Casi a punto de rendirnos, pedimos unas pizzas, de nuevo por actitud, puesto que eran las 11 de la mañana. <<Son trese con dies, señor>> ¡BINGO!.
De inmediato inmovilizamos al mexicano repartidor, atándole como si esto fuese una escena de Falcon Studios. Tras varias discusiones internas sobre si debíamos ambientar la habitación con el típico flexo apuntando a su cara, o de lo contrario con el típico fluorescente desgastado que parpadea creando un lúgubre ambiente, procedimos a interrogarle.
Tras enseñarle unas copias del calendario Maya, el indígena comenzó a traducirnos las inscripciones de sus antepasados: El fín del mundo vendrá en 2012 de la mano de una mujer de barba espesa y patillas color azabache.
¡LA PANTOJA!
¿Cómo hemos podido ni sospechar que la persona más gafe sobre la faz de la tierra sería también la causante de su destrucción?
¿Cabe alguna posibilidad de que el mundo continúe si finalmente TeleCinco confía en otra pareja random para dar las campanadas en lugar de Isabel Pantoja y Paquirrín?
¿Tendremos tan mala suerte de que los susodichos serán los únicos supervivientes de la debacle y el futuro de la especie dependa de sus privilegiados genes?
Y sobre todo: ¿Qué hacemos ahora con el mexicano atado en nuestra oficina?
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