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Se acabó la caja tonta

Soy carne de televisión.

Desde pequeña lo he sido. Daba igual que mi abuelo se pasara horas viendo el odioso tour de Francia, que allí me quedaba yo viendo machorros pedalear y pedalear como si aquello fuese a entretener a nadie. Recuerdo aquellas tardes muerta del asco viendo cómo la muñeca de sevillanas y el toro daban sentido a aquel culazo enorme que tenía nuestro televisor.

Recuerdo las noches de Eurovisión, cuando nos reuníamos toda la familia alrededor de la caja tonta para ver cómo los países más chungos del planeta nos humillaban al no darnos ningún punto. Ahora las cosas no son como antes. La televisiones han pasado de tener culo de brasileña a tener culo carpeta y han dejado de ser la caja tonta para comenzar a ser Smart TV.  Y con esto no quiero decir que los programas hayan dejado de ser una mamarrachada y sus protagonistas de dudosa inteligencia.

La smart tv, para los que llegan tarde al rollo tecnológico, son la nueva gama de televisiones que ha salido al mercado. Tienen conexión a Internet y visión Full HD. Si tu teléfono es smart también puedes conectarlo para hablar de las reflexiones que nos dejan programas como El Campamento o la entrega de premios VMA.

Cuando veo todos los cambios que han acontecido en este campo, a veces tengo la sensación de que un Dios Geek ha hecho una OPA hostil para terminar fusionando todo aquello que nos da la felicidad. ¡Que viva la televisión inteligente!

¡Imagínate que hubiera existido la posibilidad de comentar la boda de Carlos y Diana en directo sin necesidad de quitar tus ojos de la pantalla de tu Sony!  Con una Smart TV además hubieras podido ver hasta si le transparentaban las bragas a la princesa del pueblo.

Pero nunca es tarde y princesas hay más de una, no perdamos la fe.

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